debajo del suelo hay un caballo muerto con los intestinos esparcidos.
no voy a volver a entrar. he estado tanto tiempo encerrado... allí estaban mis juguetes, tenía que recogerlos, meterlos en una caja. solía hacer dibujos en la pared, pasé muchas horas haciendo eso, así el espacio crecía. había un balcón que daba a una calle por donde pasaban coches y motos ruidosas por la madrugada. eran unos cien metros, lo que había desde mi balcón hasta el suelo, la ciudad se extendía infinitamente; no llegué a fijarme en que desde el balcón podían verse las montañas, donde terminaba la ciudad, hasta el último año que estuve allí. ahora que estoy tan lejos lo han sepultado todo; sepultaron la calle. si sales a la azotea está el bosque por el que me escapé.
aquí estoy, sin ideas de volver. me he enamorado del bosque, los árboles están llenos de energía; tienen la manía de bailar una danza que consigue hacer llegar el silencio hasta el último rincón de mi cerebro.
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